F. G. Patterson
“La unidad del Espíritu” es ese poder o principio que mantiene a los santos caminando juntos en sus relaciones apropiadas en la unidad del cuerpo de Cristo.
Es la realización moral de su unidad: y el esfuerzo por mantenerla mantiene nuestras relaciones con todos los santos según el Espíritu de Dios, y en la verdad.
Nos reunimos con los demás en el nombre del Señor, sobre el principio de la verdad que existe “un cuerpo, y un Espíritu” (Efesios 4:4). Así, procuramos “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, y buscamos así estar en la “comunión del Espíritu Santo” que mantiene la unidad del cuerpo de Cristo. En consecuencia, nos encontramos separados de aquellos que no están en este bendito camino, aunque sean perfectamente sanos en la doctrina y piadosos en la vida, o que están (tal vez inconscientemente) asociados con aquellos quienes son neutrales e indiferentes a la gloria de Cristo y a esta verdad expuesta aquí.
Nos reunimos, entonces, en un terreno lo suficientemente amplio como para abarcar a todos los miembros de Su cuerpo, sin excluir a ninguno. Si los que vienen están conectados conscientemente (o en asociación) con lo que NO concierne Su verdad y Su gloria, este hecho los excluiría de la comunión en la mesa del Señor. Si están mezclados inadvertidamente con eso, nos alegraría reunirnos con ellos, pero nos sentiríamos obligados a hablarles del terreno que tomamos con referencia a Cristo, y la posición que ocupan ellos con referencia a Cristo. Esto dejaría bajo su propia responsabilidad el estar con nosotros o contra nosotros. No podríamos “volver a ellos”, mientras se nos dice: “…No te conviertas a ellos” (Jer. 15:19).
Tampoco, por consecuencia, pudiéramos unirnos a ellos en la obra evangélica, porque no tienen en cuenta el fin de Dios. El fin de Dios no es meramente la salvación, sino para que su pueblo sea en la tierra un testimonio vivo de Cristo y de Su cuerpo, durante Su rechazo y ausencia, y con otros miembros de Su cuerpo, caminando en unidad y paz. La iglesia de Dios es el testigo en la tierra de que “Dios es luz”, “Dios es amor” y “Dios es Uno”. El Espíritu Santo en la tierra responde y revela a Cristo en lo alto. Él es el “Santo y Verdadero”; el Espíritu Santo en la tierra es el “Espíritu de Santidad” y el “Espíritu de Verdad”.
No se puede decir que un miembro represente al cuerpo, o que sea el cuerpo mismo, sólo porque coma del único pan. Si se reúne en cualquier lugar, según la mente de Dios, para comer la Cena del Señor, con otros miembros del cuerpo de Cristo, serían colectivamente una verdadera expresión del cuerpo de Cristo en la tierra en ese lugar. Un número de miembros de Cristo pueden estar juntos, pero pueden no estar reunidos en absoluto en la unidad del Espíritu (como no dudo que es a menudo el caso). No es que Cristo no los sostenga como miembros de Su cuerpo, sino que pueden estar juntos en un terreno independiente, o vinculados con el principio generalizado (y cada vez más amplio) de neutralidad hacia Cristo. El Espíritu Santo, en consecuencia, se vería obstaculizado; y aunque mucho de lo que es cierto, como el ministerio abierto, y cosas por el estilo, se posea en principio, no podría poseerse como una asamblea de Dios, porque la Escritura no lo reconocería como tal. No hay más que “un Espíritu”, y si buscamos con otros mantener la unidad del Espíritu, no puede haber en nuestra posesión ningún principio de antagonismo contra esta verdad.
El Espíritu Santo no ha abandonado la casa de Dios (ahora como “una casa grande”, o sea, la cristiandad), aunque haya muchas corrupciones en ella; al mismo tiempo, la Escritura no se apropia de las pretensiones presentadas por muchos en ella de ser “una asamblea de Dios.”
El Libro de Esdras cuenta el regreso de un remanente de Babilonia a una posición y ciudad divina. No pretendían ser grandes como en tiempos anteriores. Estaban sin aquello que respondiera a estas pretensiones. Entonces procuraban caminar en fidelidad ante Dios, con un templo vacío – sin Urim y Tumim, sin el Arca del pacto, sin la Gloria – pero con el Espíritu de Dios que estaba con ellos (Hageo 2:5); y la separación de todo lo que era contrario a Él, caracterizando su curso (Véase Esdras 1:59-63; 4:1, y 10:1-9.).
Según esta analogía, hay ahora un remanente separado para Dios de las corrupciones alrededor – que posee el terreno divino de la iglesia de Dios ante Él, no pretendiendo nada, sino buscando estar juntos en la comunión de Su Espíritu en la tierra, y esperando el regreso de Cristo. Están listos para dar la mano derecha de la comunión a cada miembro de Su cuerpo que desea caminar en la verdad con ellos en la misma separación de todo lo que es malo alrededor.
Creo que es un día en el que debemos ceñir nuestros lomos por medio de Su gracia, y fijar nuestra mirada solamente en Cristo; así seremos capaces de juzgar lo que le corresponde a Él, y no basar nuestro juicio mirando a nuestros hermanos. Podremos entonces, por su gracia, escapar las corrupciones principales del día – las falsas doctrinas- y la imitación de lo verdadero por parte del enemigo – el principio de Janes y Jambres resistiendo a Moisés por una falsificación.
La expresión “un cuerpo” se utiliza en 1 Corintios 12 con referencia a todos los santos sobre la tierra en cualquier momento dado. Pero “vosotros…sois el cuerpo”, se dice también en Corinto, para la asamblea ubicada en ese lugar; es decir, que en el fundamento y principio de su reunión, ellos eran “el cuerpo” (es decir, la expresión local de esto) – un pasaje muy importante. Esto demuestra que una asamblea de Dios, para ser realmente tal, está siempre en la base y en el principio del cuerpo (Ver. 27). Los que ahora se reúnen en un lugar y participan del “único pan” según este principio, no son más el cuerpo de Cristo en ese momento que en cualquier otro. No obstante, ellos tienen fe en esta verdad, y es algo manifiesto en su práctica, mientras tanto, hay otros que solamente hablan de esta verdad, pero no demuestran la verdad en su práctica. Los primeros pueden mostrar su fe por sus obras, y esta es la única manera de hacerlo.
El “cuerpo” no se utiliza para expresar la unión con Cristo, sino que el cuerpo está unido a Cristo por el Espíritu Santo. Por esto mismo, los que están juntos en la práctica de esta verdad están procurando “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” El Espíritu Santo constituye la unidad del cuerpo. Están procurando caminar en la comunión del Espíritu Santo – una Persona divina que no va a someter sus acciones a las nuestras – debemos someter nuestras acciones a la verdad — a Él.
Las personas suponen que porque son miembros de Cristo deben, por consiguiente, tener la práctica de tal verdad. Nadie puede tener la práctica de ella (aunque realmente sean miembros de él) a menos que sea en la unidad del Espíritu, y con aquellos que han estado allí antes que ellos; es imposible tenerla abiertamente aparte de eso. La práctica de muchos hoy en día es de aceptar los principios y términos divinos aparte de su práctica. La Escritura es demasiado fuerte para esto.
Que nuestros corazones se conduzcan a ese amor a la verdad, y al amor en la verdad, y por la verdad, para que podamos escapar el remolino en el que tantos están cayendo.
Traducción (con permiso) al español por G. Lewis, 06/23/2021