Traducido (con permiso) de
“Apuntes escriturales y preguntas,”
por F. G. Patterson
“C. A. S.” pregunta: “¿Cómo he de esforzarme para guardar ‘la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz’ (Efesios 4:3)? ¿Qué significa esto? “
Respuesta – El Espíritu Santo bajó del cielo personalmente en el día de Pentecostés, y mora en cada miembro de Cristo individualmente (1 Cor. 6:19; Ef. 1:13-14, etc.) y los santos así habitados en la tierra, forman la morada de Dios por medio del Espíritu. Él habita corporativamente en toda la Iglesia (Ef. 2:22, etc.). Une a cada miembro con Cristo (1 Cor. 6:17). Cada miembro a los demás miembros (1 Cor. 12:13), y todos los miembros a la Cabeza. Esta es la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo.
Esta unidad ha permanecido inalterada a pesar de todos los fracasos de la iglesia. Es una unidad que no puede ser destruida, porque es mantenida por el Espíritu Santo mismo. Él constituye la unidad del cuerpo de Cristo.
La Iglesia de Dios tenía la responsabilidad de mantener esta unidad del Espíritu, en una unidad práctica externa y visible. En esto ha fallado la iglesia. Sin embargo, la unidad en sí no ha fallado. Permanece porque el Espíritu de Dios permanece. Permanece incluso cuando la acción unida de los miembros está a punto de desaparecer. La unidad de un cuerpo humano permanece, cuando un miembro está paralizado; pero ¿dónde está su integridad con el resto del cuerpo? El miembro paralizado no puede dejar de ser del cuerpo, pero ha perdido la sana articulación del cuerpo.
No importa cuál sea la ruina, no importa cuán terrible sea el estado confuso e insano en el que se encuentran las cosas, la Escritura nunca permite que sea algo irrealizable para los santos poder caminar en la comunión del Espíritu de Dios, y el mantenimiento de la verdad; esto es siempre practicable. El Espíritu de Dios presupone días malos y peligrosos; sin embargo, Dios nos ordena que nos esforcemos para “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”; y no nos ordena nada impracticable. Nunca podremos restaurar nada a su estado anterior; pero podemos caminar en obediencia a la palabra, y en compañía del Espíritu de Dios, que nos capacita para sostener la Cabeza. Él nunca sacrificará a Cristo y su honor y gloria, por sus miembros. Así pues, se nos exhorta a esforzarnos para mantener la “unidad del Espíritu” (note el lector que no es la “unidad del cuerpo”, si fuese así, nos impediría separarnos de cualquier miembro del cuerpo de Cristo, sea cual sea su práctica). El Espíritu Santo glorifica a Cristo – y caminando en comunión con Él, nos mantenemos especialmente identificados con Cristo.
Para esforzarme para guardar esta unidad, debo comenzar conmigo mismo. Mi primer deber es de separar a mi mismo, a Cristo, y de todo lo que es contrario a Él: – “Apártese de la iniquidad todo aquel que nombra el nombre de Cristo” (2 Tim. 2:19). El mal puede ser moral, práctico o doctrinal; no importa lo que sea, debo alejarme de él; y cuando lo he hecho, me encuentro prácticamente en la comunión del Espíritu Santo; y en una base divina donde todos los que tienen un corazón verdadero pueden estar igualmente. Si puedo encontrar a los que han hecho lo mismo, debo seguir la justicia, la fe, la paz y la caridad con ellos (2 Tim. 2:2 2). Si no puedo encontrar a ninguno donde estoy, para mi Señor debo permanecer solo con el Espíritu Santo. Sin embargo, hay (alabado sea el Señor) muchos que han hecho lo mismo, y están en la línea de la acción del Espíritu de Dios en la Iglesia. Tienen como recurso la bendita promesa: “Donde dos o tres se hallan reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo, 18:20). Prácticamente son uno, guiados por el mismo Espíritu, con cada miembro de Cristo en el mundo que ha hecho lo mismo. No me refiero ahora a la verdad de la unión absoluta con todo el cuerpo de Cristo, sino a la práctica y testimonio de esta verdad.
La base sobre la cual se reúnen (es decir, el Espíritu de Dios, en el cuerpo de Cristo) es lo suficientemente amplia en su principio para abarcar a toda la Iglesia de Dios; es la única plataforma divinamente amplia en la tierra. Es también lo suficientemente estrecha como para excluir de su medio todo lo que no es del Espíritu de Dios: permitir lo que es contrario los pondría prácticamente fuera de la comunión del Espíritu Santo.
Este esfuerzo (para guardar la unidad del Espíritu) no se limita a los que están así juntos, unos con otros. Tiene en vista a todos los miembros de Cristo en la tierra. El andar de los así reunidos en separación a Cristo, y la comunión práctica del Espíritu y el mantenimiento de la verdad, es el amor más verdadero que se puede mostrar hacia los creyentes que no están prácticamente haciendo lo mismo. Caminando en la verdad y la unidad, hay el deseo que otros hermanos se ganen, siendo atraídos a la verdad y a la comunión del Espíritu Santo. Puede que sea solamente un débil remanente; pero los verdaderos remanentes siempre se distinguieron por su devoción personal al Señor, quien siempre los cuidaba particularmente con la más tierna atención, y Él fue asociado especialmente con ellos.
Traducción por G. Lewis, 12/APR/2021